domingo, 28 de agosto de 2011

El principio de la sostenibilidad fiscal y la forma de alcanzarla

Todos nos hemos agitado con la noticia repentina de que tenemos que aceptar un cambio de la constitución para sellar con sangre que el equilibrio fiscal es sagrado, dado que Zapatero y Rajoy se han puesto de acuerdo en que eso es lo que hay que hacer corriendo. La noticia ha desencadenado debates diversos en los que significadas figuras socialistas han mostrado serias dudas. Me parece que no se puede discutir el tema si no se separa claramente el principio de sostenibilidad fiscal que hay que fijar en el medio y largo plazo y la forma en que se está pretendiendo hacer.
No creo que nadie dude ya de que la unión monetaria en Europa no es posible sin unas claras reglas de disciplina fiscal, hasta hace poco no tomada demasiado en serio. Además, en la tradición socialdemócrata y de defensa del estado del bienestar, éste no puede sino estar basado en una situación de equilibrio estructural que garantice la sostenibilidad de los beneficios sociales perseguidos. (Ver interesante nota de Fernández-Villaverde sobre el origen histórico de la sostenibilidad fiscal).

Otra cuestión es cómo hacerlo y con qué objetivos para el corto, medio y largo plazo. Ahí es donde me temo que estamos patinando. Creo que hay argumentos para defender que el principio de equilibrio de las cuentas públicas debe reflejarse incluso en la Constitución. El sometimiento explícito a los criterios comunitarios puede también ser acertado ya que es una forma (quizás más indirecta de lo que debiera) en que se asume la disciplina fiscal de la Unión Europea, respondiendo así a uno de los mayores problemas con que se ha topado la unión monetaria. Pero, incluso estando de acuerdo con esos objetivos a largo plazo, cabe plantearse si es necesario hacer este cambio por la vía de la excepcionalidad, la urgencia y, sobre todo, hurtando el debate a la ciudadanía y su legítimo derecho a tener voz y voto en los cambios de la normativa constitucional.
Parece claro que el origen del error se encuentra en la urgencia. Los mercados se nos vienen encima por la escasa credibilidad que tenemos los países más vulnerables y con más dudas respecto a nuestra capacidad de repago de nuestras deudas. Creemos que haciendo una pequeña chapuza en la reforma de la constitución vamos a poder frenar la desconfianza de los mercados en el corto plazo. Pero muy probablemente no logremos ni eso. Si la premura de la presión de los mercados hace imprescindible llegar a un pacto de estado con un compromiso de medio y largo plazo entre gobierno y oposición, quizás se pueda lograr (aunque dudosamente en período preelectoral) sin necesidad de cambiar la constitución. El pacto de estado podría incluso proponer el cambio constitucional en el medio plazo, mediante un proceso más acorde con los principios democráticos de nuestra sociedad. Pero imponer ahora un pacto PP-PSOE pasando por encima de lo que piense una buena parte de la militancia y el electorado socialista me parece que es un error, que no va a dar el rendimiento pretendido en el corto plazo, no garantiza tampoco los acuerdos en el medio y largo plazo, y que irrita y enajena todavía más (si cabe) a la base electoral socialista, sin tener tiempo de dar una explicación razonada.
Ignoro si hay margen para detener el proceso de reforma constitucional, pero si lo hubiera, creo que valdría la pena parar aquí, manifestar el apoyo al principio de equilibrio fiscal, iniciar un debate sobre sus motivos, tanto en defensa del estado de bienestar como de la unión monetaria en Europa, y, si se viera necesario incorporarlo a nivel constitucional, proponer un método más transparente y democrático que el mero acuerdo entre los dirigentes de los dos partidos mayoritarios.

JLL